La sublevación de las tropas españolas destacadas en Marruecos, el 17 de julio de 1936, inició un alzamiento militar, apoyado por sectores civiles, contra la República que en los siguientes días pasó al territorio peninsular. El 19 se inició en Cataluña, donde se encontró con la respuesta de las fuerzas de seguridad bajo el mando de la Generalitat, a cuyo frente estaba Lluís Companys, a las que se fueron sumando las organizaciones políticas integradas en el Frente Popular y los sindicatos, la CNT y la UGT. La sublevación fue derrotada en Barcelona y en la mayor parte de las principales ciudades españolas, incluyendo Madrid, Valencia y Bilbao; a pesar de ello, el apoyo exterior, de Hitler y Mussolini, a los sublevados les permitió convertir un golpe en trance de fracasar en una guerra civil que se prolongó hasta marzo de 1939.
En Cataluña, la sublevación y su derrota tuvo consecuencias trascendentales. Modificó el panorama social y político. El desenlace de la rebelión de mayo de 1937 significó un importante retroceso político anarquista, al tiempo que la guerra empezó a afectar directamente a Cataluña, con la movilización de las quintas, la proliferación de los bombardeos y el problema creciente de abastecimiento de las poblaciones urbanas. El conflicto político perdió virulencia, pero no desapareció. Se recompuso en términos de competencia entre el PSUC, liderado por Comorera, y Esquerra Republicana, cuyo liderazgo pasó a asumirlo Tarradellas.