Ana le cuenta a su hijo fragmentos de una vida de miserias con las que se han tejido las relaciones personales y familiares. El autor renuncia a narrar los grandes acontecimientos históricos para poner su foco de atención en lo íntimo y cotidiano. "La buena letra" se convierte en deudora de la concepción balzaquiana según la cual la novela es la historia privada de las naciones y descubre sus mecanismos.