Una pieza clave para comprender cómo Austen amplió los horizontes de la narrativa del siglo XIX. Catharine, huérfana y bajo la estricta vigilancia de una tía, ve restringida cada una de sus libertades, desde los bailes hasta la lectura o la correspondencia con amigas. Su único refugio es un cenador construido en la infancia, símbolo de amistad e independencia, donde imagina un mundo distinto al que le imponen.